Lectura

En los nacederos de la evidencia, la obra de Jorge Leonidas Escuderoi

Por Alejandro Arriaga

— ¿Por qué escribe usted poesía?
—Porque si a vos te meten la cabeza nel agua no se te ocurre otra cosa que poder respirar.
Jorge Leonidas Escudero

Hace veintiún años, en la triple frontera de los llanos riojanos, desde Villa Nidia, desde un cielo inmenso iluminado por una luz yendo lenta del naranja al violeta, desde un horizonte estaqueado como un cuero en el centro de la sequía; desde ese fondo vi venir una línea de polvo y retuve esa imagen como una señal indescifrable de algo sin palabras que justo ese final de tarde ardiente me iba a susurrar al oído una poesía especial. Ahí empezó mi historia con Don Jorge Leonidas Escudero.
     Yo tenía dieciséis años y andaba por algún pueblo atrás de Villa Dolores en un evento que no recuerdo, pero debe haber sido algún encuentro de poesía. La línea de polvo que apareció en el horizonte era un Cinemóvil hurgueteando a todo motor las entrañas de un guadal milenario en medio de todo ese monte arisco. Era el poeta Martín Ptasik quien conducía esa nave culturosa por las escuelas rurales o las plazas de cada paraje.
     Nunca voy a olvidarlo porque fue él quien me presentó por primera vez la poesía de Jorge Leonidas Escudero y desde ese momento hago lo mismo que hizo conmigo Martín, les invito a ir por pasto de luz y agua escondida en los nacederos de la evidencia como decía Chiquito.
     Jorge Leonidas Escudero fue un poeta que nació en 1920 y falleció en febrero de 2016 en la ciudad capital de la provincia de San Juan, donde vivió casi toda su vida. Abandonó sus estudios de agronomía y se dedicó a ser pirquinero. Durante años buscó oro y metales preciosos en las montañas y en las ruletas de su provincia. Recién a los cincuenta años y empujado por la academia de baile del club de su barrio comenzó a publicar su poesía.
     Escribe sobre un amigo atrapado en un derrumbe, sobre un guanaco en el ojo de una carabina, sobre la muerte de un arriero, sobre un toro negro pasándole, áspera, la lengua, sobre un niño que nunca volvió y desde hace tiempo llora. Todo lo que cuenta sucede en movimiento, un movimiento hacia algo imposible, hacia alguna de sus utopías necesarias, la del “país donde” o la de la “palabra única”.
     Escribe sobre un sol guampudo y la luna que ensilla el Famatina, sobre alguien que muere con el as de espadas sin jugarlo, sobre una puestera asesinada por un supuesto enamorado, sobre un maestro de la piedra al que las leyes del oro le agotaron los días. Todo en la montaña, y si no es en la montaña, es mirando hacia la montaña, mil metáforas que religan al hombre y a la naturaleza con lo misterioso.
     Verso a verso sus búsquedas fueron dibujando mapas de un lenguaje particular. Sé que la voz de Escudero es un lugar posible, un lugar calentito de ternura, de humanidad. No importa que lleven una mochila desahuciada de historias injustas, de territorios escrachados por cicatrices de impunidad y estupidez, de merdocidad a la venta en todas las calles. Acá los invito a ver esos mapas, a comer de esa luz que no termina de palparse, que no termina de apagarse y que no deja de iluminar.
     La poesía de Escudero es la vida de Jorge Leónidas Escudero, Leonidas sin acento.
Un buscador por donde sea que se lo vea, un buscador de lo que es imposible encontrar. De ahí esa dignidad, esa paciencia, esa entrega minuciosa frente a semejante imposibilidad. Hay lugar en el patio de Chiquito, lo comprobé a los diecisiete años cuando después de la conmoción de leerlo me subí a un colectivo y le golpeé la puerta. Me hizo pasar a su casa y luego a su patio y juntos regamos las flores, nos hicimos amigos, nos prometimos seguir cuidando los bichos del lenguaje. Desde aquel día hasta sus últimos días nos escribimos cartas y nos visitamos mutuamente.
     Después, me metí en el problema de escribir una tesis sobre su escritura, me costó horrores acercar esa poesía al laboratorio, enfriarle la mirada a mis emociones, pero a fin de cuentas lo hacía para seguir invitando gente a su poesía. La palabra de Chiquito es el malabar de una persona que se sabe habitante del silencio, composición justa de esa misma carne. Estamos juntos en una noche oscura y fría. Estamos alrededor de un fuego que alimentamos de viejas raíces escondidas. Nos calentamos el alma con fósiles del pasto de luz creciendo en los nacederos de la evidencia.
     Y sí, de vuelta vuelve a ser esa artesanía de palabras huecas frente a lo que nos llena las venas de misterio, pero vengan a ver en los ojitos pícaros de Chiquito un relámpago que ilumina un paisaje único que justifica semejante locura. Vean el instante de la chispa, el momento intruso del pálpito donde la poesía asienta esa huella insuficiente, esa huella fundamental. Escuchen a Escudero y, en él, el canto chuzo de las catitas, de ese corazón de barrio, de ese amor campesino por nuestro cuerpo de tierra.

la travesía no es nada.

En el palenque del asfalto, manso,
el animal de la distancia duerme.[ii]

     Vean el documental “Oro nestas piedras”[iii], vean sus dedos moverse por el mapa con la esperanza del encuentro hasta sus últimos días. Vean un adolescente viajando enajenado a verlo a San Juan, su familia preocupada, vean al hombre en cuestión abriéndole la puerta de su casa y entregando un par de días de su vida, de su búsqueda. Véanlo mirarle la búsqueda en los ojos. Contrario a esa literatura que se infla hacia un lenguaje altanero. Vengan a escuchar esta poesía porque es de la que escucha, la que pone el oído atento a buscar en los lugares donde nadie frena. Vengan a escuchar la poesía en su hábitat natural, la plaza, el bar, la montaña, la gente común.
     Lo fronterizo de Escudero no viene solo por la distancia con Córdoba, Rosario y Buenos Aires, sino también por su distancia con los mismos escritores de San Juan en tanto su poesía no toma de la misma fuente folclórica o tradicional, sino que se dispara hacia otro país. En 1985 Rogelio Ramos Signes encuentra un libro de Escudero en una librería de San Juan. Él compra otro ejemplar y se lo regala a Javier Cofreces, escritor y editor que desde Buenos Aires comienza a publicar sus poemas. El reconocimiento de su escritura no entró por ninguna puerta ni grande ni chica, se trató más bien de filtraciones sucesivas que fueron dejando entrever el tamaño de una obra que además de grande es consecuente y orgánica.
     Esta invitación no se dedica tanto a abordar la biografía de Escudero porque su vida está bien contada en su poesía. La conexión entre su experiencia y su escritura
es un ejemplo paradigmático de una osamenta ética que se pone de pie articulada verso a verso, libro a libro. Resumámoslo así, Escudero era un buscador. Buscó oro, no fue minero sino pirquinero. Intentó vencer a la ruleta. Intentó mantenerse en estado de enamoramiento. Estos temas fueron la escenografía de otra búsqueda, la del lenguaje, la de comunicarse, la que le permitió aunar todas las anteriores. Y ahí tejió una obra poética disidente e intempestiva, no por sacar o poner alguna letra o escribir de cierta manera oral, sino por ejercitar una cierta terrible paciencia, cierta profundidad espiritual al escribir.
     Que él haya jugado con el lenguaje no implica que se alejara de lo sencillo, jugaba sin caer en la emulación de lo coloquial, sin buscar golpes bajos o caricaturizar a nadie. Buscaba ir derechito hacia el sentido, no porque haya creído que por ahí se llegara a algún lado, sino porque esa posibilidad sencilla abre el cielo de lo inmenso, de lo imposible y de lo divino. Escudero va una y otra vez hacia pequeñas anécdotas que lo hacen reflexionar y así llegar al territorio de las revelaciones, de la poesía, a esa
intemperie.
     Hace 28 años se publicaba el número 40 de la revista “Diario de poesía”. Ahí aparecía una de las primeras entrevistas a Escudero. Recién hace 15 años, yo andaba juntando información para escribir y conseguí ese número en una librería de saldo. La entrevista, hecha por Daniel García Helder, comenzaba en la página 4 y terminaba en la 5. A esa página final la compartía con un texto de Daniel Freidemberg titulado “Todos bailan”. Leí esa página entera e intuí algo particular, más allá de acuerdos o desacuerdos, era como si algo hubiera espejado fuerte, como si en una oscuridad carnosa se hubieran encandilado dos ideas. La dinámica que se daba entre la entrevista y el artículo generaba una especie de concordancia discrepante. Escudero hablaba sobre el carácter narrativo de su poesía y decía que para él se trataba de buscar cierta esencia. Contaba la vez que vio un fantasma, criticó el fragmentarismo de la poesía moderna, o por lo menos la distancia de su gusto. Del margen derecho de la página Freidemberg citaba a Saer para problematizar la existencia de la tierra natal, para hablar de la necesidad de ser adultos, y sostenía que la poesía, hace casi un siglo y medio, se identifica con cierta condición adolescente a la que llama “herencia romántico simbolista".
     Días atrás, me enteré que hace 18 años, en el número 42 del Diario de poesía, se publicó una carta de Escudero, en la que ponía en discusión algunas de las ideas sostenidas en el artículo de Freidemberg. Le escribe al consejo de redacción del Diario de poesía. Chiquito le pregunta defensivamente a Freidemberg sobre el tema de la poesía romántica como adolescente. Creo que a Escudero le molestó que conectara la herencia romántico simbolista con la idea de inmadurez. Le pregunta ¿qué quiere decir con que no hay que buscar la correspondencia entre las palabras y las cosas? ¿Qué es eso de la pretenciosa ridiculez de todo intento de metaforizar?
     Freidemberg se refiere también a la insalvable precariedad e inconsistencia de las palabras. Escudero le dice: “Es cierto, en poesía las palabras no alcanzan, pero tienen un sentido sobrepuesto, flotante, más allá del estricto significado y son el medio, el continente de la poesía por lo que tienen un valor absoluto y no precario. El verbo es magia y poesía es la razón única de ser de las formas, luego tener algo que decir es muy diferente al parloteo, lo simplemente decorativo, lo desenfadado o lo oscuro de los que no pueden decir más que vacío. Quienes no atisban la potencialidad de la palabra la toman en falso, no se les ocurre buscar por su intermedio lo absoluto que late en el centro de todo hombre o mujer”[iv].
     Lejos de querer reanimar el chisperío de ese cruce imposible, me interesaba el testimonio. Le escribí a Daniel Freidemberg para preguntarle y charlamos largo rato por teléfono al respecto de aquel episodio, entre lo que charlamos le pregunté:

—¿Qué recordás del intercambio de cartas con Jorge Leonidas Escudero?

— Para ser franco yo hoy estoy más de acuerdo con Escudero que en aquel entonces. Revisando, creo que la herencia romántico simbolista no se puede matar del todo y creo que reaparece a veces con mucha fuerza. Había descubierto que se había acabado la posibilidad de tener un lugar seguro desde donde hablar, una posición donde el poeta es como una autoridad, creo que eso efectivamente murió. Creo que en aquel entonces esa poesía que renunciaba a ese lugar de superioridad terminó por renunciar a muchas más cosas o a todo y conformarse con cosas más bien banales. Nicanor Parra dice que los poetas bajaron del olimpo chicaneando a Neruda, y luego Zurita dice que tienen que volver al olimpo porque han bajado demasiado.

—¿Creés que un escritor puede plantearse como un sujeto de fe y al mismo tiempo aceptar la imposibilidad del lenguaje?

—Habría que ver caso por caso. No podría responder en general. Algo así hace San Juan de la Cruz, ¿no? Para transmitir su fe, la experiencia viva de la fe, tiene que enfrentar las limitaciones del lenguaje y lograr que el lenguaje se salga de sus funciones habituales, sobre todo trabajando mucho con el silencio y lo no dicho. No creo que hoy ningún poeta que realmente quiera hacer poesía no sepa que el lenguaje no le alcanza, aunque a la vez es lo único que tiene. Tal vez algunos lo sepan, pero no conscientemente.

—¿Qué dirías hoy de la poesía que nos dejó Escudero?

—Lo que más me atrae es su capacidad de producir constantemente extrañeza, descolocar, por lo que dice, pero mucho más por el modo de decir. Su imprevisibilidad. Pareciera que no le importa un carajo lo que puedan decir de su poesía, pero no para "decir cualquier cosa" sino como respondiendo a una necesidad de poner en palabra algo que tiene que poner, algo que lo inquieta y le pide hacerse poema, apelando a lo que sea para eso.

—¿Cuánto se ha movido la discusión desde aquellos días hasta hoy?

—No veo hoy que haya discusión. A veces alguien opina algo, postula algo, pocas veces, pero no se arma discusión a partir de ahí. Tal vez la haya, pero yo no la veo. Veo una generalizada dispersión, cada uno por su lado. En la poesía como en todo.

Poemas de Jorge
Leonidas Escudero SENDEREAR

En los cerros i visto sendas de andar
animales sueltos subir o bajar
por rodados difíciles y en las pizarras
escribir con letras de pezuñas, cascos,
patas de guanaco ir
por agua
o pasto en busca de vida.

Ariscos.
Dejar señas desde o a dónde,
rastros efímeros
en los despeñaderos
campo de aludes.

Eso vi allá
y en eso ando, camino este es
mi senderear con palabras ir
por pasto de luz y agua escondida
en los nacederos de la evidencia.

Y aunque también aquí las avalanchas
borrarán todo, éstos mis rastrosdejo, voy
suelto
semejante a en el cerroaquellos animales
que andan en lo que son hasta morirse.

APRIETE

Atiéndanme a esto que les digo aunque
antes ya lo dije, pero
sean buenos porque necesito
compañía neste asunto.

Que otra vez fui a dormir a campo abierto
y al despertarme al rato veo
al cielo echado sobre mí.
La Cruz del Sur clavándome el pecho,
las Tres Marías ciñéndome la frente y
un lucero espantoso apretándome la garganta.

E me exigíanhablara que qué relación
tenía con sus esplendores,
que si sentía la inmensidá en mí,
la presión del Universo, dijera algo.

Cerré ojos y estuve desvelado
pensando que les decir qué
si no sabía nada de nada. Pero musité:
Señoras estrellas yo soy un humilde
buscador de piedrasque vine a la montaña
y soy inorante de vuestras grandiosidades.

ATISBOS

Veces me alejo caminando lejos
en divergencia de mis propios pasos.
¿Busco lo perdido hace miles de años?

Un hombre oscuro pervive, late
como crisálida o un algo
que pide abrir alas en mí. Siento
que desde la penumbra me empuja pan que regrese
¿a dónde?
De modo que divago y fluctúo
en la ciudad bullicio y abatido
me derrumbo en los bancos de las plazas,
espero no sé qué.

El hombre misterioso se aproxima, intenta
religarme a su mundo indefinido pero
no doy chispa. no accedo
a su fervor de vida más allá de todo.
La vislumbre de Eso me perturba.
Hombre oculto no insistas,
ya es demasiado tarde, no puedo
volver a donde nunca estuve.

EXTRAÑAMIENTO

Apareció nun árbol de la plaza, supe
no erapaloma casera sino
venida del campo.Oí su canto salvaje:
kuúu ku ku kuúu.
Lamentábase, decía que
este mundo de la ciudá es confuso es
puro ruido.
Lloraba eso y tomé la palaba, dije
te asusta la ciudá y viniste
a compartir conmigo tu extrañamiento
pero no necesito ayuda gracias no
quiro escuchar conferiencias tristes.

La paloma voló seguramente
para no insistir con su lamento.
O sea: nun banco de la plaza quedé ntrinstecido
e iba kuúu ku ku kuúu runrunear yo también
pero tuve miedo
no fuera que algún transeúnte pudiera pensar
¿qué le pasa a este güevón?
Por eso es quedé pensativo, mudo, claro:
Allá en los lejos campos de mi querer
la soledá no andaba adentro de uno,
sino afuera y sin hacer ruido.

DERIVACIÓN TIMBERA

Mientras miro pasar el suceder vacío
cuando barajan y dan o doy cartas,
espero recordar si he visto
fugazmente un indicio.

¿Qué es eso? Darme cuenta, sentir-ver
lo buscado ¡ah! porque es posible
la comunicación con lo todavía no y es
recordar que he visto un relámpago.

¿Y esto a qué viene? Es
porque un filósofo dijo "la conciencia
es recuerdo" y me agrandé: Ahora en la timba
cuando jugamos al póker o al truco
le pregunto al aire qué cartas tiene el otro y,
¿y se gana? Puede,
cuando afloja el yo masoco
y te deja respirar un poco.

ANTE LA INMENSIDAD

Fue alguna de esas noches en que miraba cielo
en lejanías sobre campo oscuro y vi
cruzárseme un relámpago lejano. Fue tal
como ver chispear una idea
en el umbral de otro mundo.

Es como si en el fondo del desierto hubiera
querido hacerse luz una verdad pero
pasó fugaz y quedé a oscuras.

Parece que la inmensidad
quiere decirme un secreto y al ver
que todavía falta mucho en mí
queda muda.

A OTRA COSA

¿Pongámonos bien la vida
que nos pusimos del revés?
En vez de alimentar historias de plomo
digamos cosas fáciles.

En vez de hacer de perro del hortelano,
o llorar a la luna porque no nos quieren,
echemos pájaros en el jardín de las preciosidades.

Probemos saludar a desconocidos
a ver si aparece el amor,
pues qué delgado está el mundo,
qué pálido, y necesita apoyo.

Aventa una palabra uno y afecta al tiempo futuro;
por eso hay que hablar con cuidado
y sonreír más.

Pogámonos bien la vida a ver qué pasa,
pues así como estamos se han desequilibrado
los bancos de las plazas
y si no intervenimos
¿a dónde va a ir la gente a tomar aire?

LO INESCRUTABLE

Si usted toma la punta de un conocimiento
y empieza a tirar el hilo
va a sacar una sombra.

Es tremendo y espanta,
porque si todo está unido a todo
uno piensa extraer un pez gordo
y termina vencido con la boca gusto a nada.

Mi caso es el de siempre, siempre el mismo.
Ya no puedo callar y más tranquilo
vivir sino que indago e inmerecidamente
caigo en la oscuridad.

Tras el fuego sagrado a si pellizco
me levanto alta noche y sigiloso
pongo la caña de pescar en vano.

Sin embargo insisto.

POETAS
La poesía viene y yo comedido
me ofrezco de puente para que llegue a otros.
Ella en el mundo de las analogías busca
relaciones ocultas y me las dicta.

Y es difícil ser fiel porque uno mete
palos de ciego, ocurrencias, vacío.
Ella aspira ha hermosura
de fondo y forma, quel poema dé
chispa y se hunda en tierra-tiempo donde
se pierda la firma del que transcribe.

Es que soñaste ser creador
pero la poesía te usa abusa
de tu ignorancia y te hace creer que sí,
quel poema es tuyo cuando sos
el muñeco del ventrílocuo Sol
Viento Camino Cielo Amor y Dolor.

RECUPERACIÓN DE LA VISTA

Yo no tengo culpa, suéltenme,
no soy malo.
estuve haciendo todo lo que los demás hacían,
armando desarmonías pero inocentemente.
No deben a prisión llevarme porque créanme,
no veía bien, cometí abuso de ceguera
no estuve a altura de saber qué.

Mejor dicho en mis andanzas mezquiné amor
porque los demás hacían así. Era el mundo
y yo ando en el mundo.
Recién he visto claramente hoy
cómo es esto de no hacer daño,
y vivo el cambio pero por culpa del pasado

nadie cree que soy inocente.
Deténganse, apártense, ahora no es ayer,
déjenme ir a donde voy,
a sentarme en el fondo de mi casa
para mirar la belleza de un álamo.

SIN SALVACION
Acercamiento en todo pero no
consigo más que aproximaciones tristes
como de zorro que se relame
ante lo inabordable. Termino
introduciéndome dos dedos en la boca y trato
de destrabar la lengua, pero está pegada,
no habla, no quiere, no sabe
palabra luminosa como espero.
Aspiro a definir lo innominado
como quien desafía al cielo pero caigo
y se me naufragan
las palabras en un mar de saliva. Quiero
a solo impulso de garganta decir
lo fundacional del mundo y se me resulta
un tartamudeo sin sentido.

Desolado,
mano en la mejilla pensativo
quedo como para que me saquen
una fotografía artística.

Al yerme así mañana cuando muera
alguno desos que nunca faltan dirá:
Este parece vanidoso y mírenle la cara, tiene
que haber sido nomás un tonto en vida,
un decidor le palabras huecas para cáscara
como nuez apolillada.

SISIEGUESÉ ON JORGE

No se insista on Jorge no se insista
en buscarle seis o siete patas al felino,
no se haga caso cuando quiera meterse
en lejanías;
abajesé del caballo, inserte
la cabeza en l’arena
y escuéndase de sí mismo.

Recuerde usté es criollo de aquí,
destas piedras
y no tiene querencia en el cielo.
Por cierto no es su culpa ver creído
lo que le han dicho los pájaros. Desentiéndase
de prestar oídos a tales murmullos, escuenda
la cabeza en l’arena.

SU VIAJE

Anoche a solas ha reverente sale
al patio va levanta ojos
a las inmensidades, por la Cruz del Sur viaja
a donde nunca siempre.

Ahí anda a,
sin tiempo, desde lo sabido a
no recordar qué, vacía, plena de ver.
Sin mañana o ayeres, hora libre
horra de pensar atenta sólo
a la respuesta silente de allá.

En levedad quedó unida a ser
centro de sí en ominosa y nada. Y
por el hilo de un grillo solitario
bajó a tierra.

Miró en torno paredes la casa, sí
ésta es la casa al reconocerla
entornó los ojos resignadamente.
Se le posó en la cara una sonrisa pálida.
Amanecía ya. Fue ese su
viaje.

TIEMPOS BRAVOS

Otra vez fue esa vez cuando veníamos de Chile.
Oscura estaba la Cordillera.
Tuvimos que atropellar
disparando a la muerte sonsa
que a veces traen los temporales.
Rumbo a Barreal
Bajamos de Las Pichireguas y a gatas
subios por La Fortuna. Los animales
con la nieve hasta las verijas.

Éramos el Güilo Varas, el Mañungo Rojo
y quien esto dice. Llegamos
a la orilla del río. Traía miedo el agua
y en medio de la ocuridá cruzarlo ¿era chiste?

Yo en una mula flaquita ¡caramba!
¿iba a quedarme atrás? ¡si se cagan!
apreté las espuelas a ver que el destino
decía de mí. Dijo

tirarme a l’ otra orilla y dejarme vivo
pa contarle a ustedes que esa vez
tragué tanta agua que ahora
al verla me da asco y tomo vino.

TRANSMUTACIÓN DEL ORO

Dormitaba en la plaza acurrucado
en un banco hacia frío había ido
a no sé qué.

El caso es estaba y de pronto
me alza un cóndor en alas y me lleva
a la Cordillera de los Andes.

Ahí vi contra las rocas florcitas amarillas
y ellas me reconocieron;
entonces les pase las manos por encima,
suavemente
como cuando se acaricia un gato.
Estremecidas por el viento
me devolvieron el cariño arqueando el lomo,
apretándose a mi mano. Les digo
que hasta llegaron a runrunear.

Esto es más hermoso
que mi quimera del oro en esa Cordillera.

ÚLTIMA APUESTA

Apártense, déjenme pasar,
vengo de estar existiendo y ya lo sé
voy a las palideces. Merezco
descanso pero antes
quiero mirar atrás del horizonte para
no verme siempre aquí como árbol seco
donde no hay más que hablar.

No atajen, no digan que hay medicina buena.
dejen que me siente en el umbral
a ver pasar la última gente. Los pájaros
están escondiendo la cabeza bajo el ala.

Manden a alguien a comprar pan,
no digo de aquí sino de mañana
porque mi hambre última
es de lo que aún no he visto.


[i] Este texto se publica por gentileza de la revista Palabras de Poeta.
https://es.scribd.com/document/774493301/Palabras-de-POETA-18

[ii] Poesía Completa. Jorge Leonidas Escudero. Fragmento poema Travesías Dormidas pág. 42. Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2011.
[iii] Documental Oro nestas piedras: https://www.youtube.com/watch?v=EZ5OMP474_Y
[iv] Archivo histórico de revistas argentinas. Diario de poesíanúmero 42. En linea:
 https://ahira.com.ar/ejemplares/diario-de-poesia-n-42/