Reseña

Heridas que no cierran, de Gerardo Burton, biografías destrozadas

Poeta ganador del XVI Premio de Poesía Joven, que organiza la Fundación Montemadrid en colaboración con Radio Nacional de España.

Por Silvia Barei

Se preguntaban muchos de los que habían sobrevivido a los campos de concentración del nazismo cómo hablar, cómo contar, cómo escribir lo que había sucedido.

Se preguntaban las Madres de la dictadura argentina por el destino de sus hijos, por qué el Estado se había convertido en cazador, por la necesidad del duelo y por la imposibilidad del perdón.

En ambos casos hay un reclamo de y a la palabra que interpela nada más y nada menos, que la responsabilidad de todos. Reclamo proyectable a otros hechos de la historia que estampan su sello en la vida de un pueblo, que emergen en algún momento crucial porque ya no se puede callar su crueldad y se hace necesaria su enunciación..

En el libro de poemas de Gerardo Burton, Heridas que no cierran (publicado en 2017 pero que recién llega a mis manos) las palabras del poeta, las canciones populares y las fotografías (de los asesinos) son implacables. Porque los hechos que convocan a la poesía, en realidad han sido rigurosamente femicidios de los que da testimonio el libro. Testimonio insoportable de revivir y al mismo tiempo, abierto al riesgo y necesario: Yanet, Ayelen, Silvia, Verónica, Lucía, Claudia, Vicenta, Marta, María Rita, María del Rosario, Alejandra, Magnolia, Cecilia, Ivana, Noemí, Nuria, Natalia, Karen, Diana, Romina, Vanesa, Juana. 
“Quedó el olor de la pólvora/ en el pasillo mudo/ y era ella, ella/ que moría”.

Los poemas convocan a la memoria por estas mujeres, estos niños y niñas cuyo destino no ha de cumplirse, marcados todos por la tragedia, ésa que la canción popular citada en intertexto por el poeta, dice: “yo ya no puedo vivir sin ti…/pronto,tienes que volver a mí”.

En la relación jerárquica hombre/mujer, dominador/dominada, poderoso/sumisa, propio de las situaciones patriarcales, de las relaciones represivas y desiguales, la palabra de Gerardo Burton no solo expone y denuncia, sino que da voz a un estado de la cultura pocas veces entendido como catástrofe colectiva: “ murió/ la mataron/ la dejaron en la valija/limpiaron todo/ y las llamas/ no pudieron, no limpian nada/el tango del fuego/entre puñaladas/ que la noche/no escondió/ en dolores/ tampoco la valija/ donde ella/ya no baila/ pájaro sin luz”.

La poesía se vuelve hacia el dolor irreparable y es ajena al orden del consuelo. Víctimas, cuerpos, moribundas, desaparecidas, inocentes, todo nombre y toda historia revive en rastros y rostros que nos interpelan desde los poemas, sus modos de decir la opacidad del mundo y sus formas de intercalar las letras de las canciones populares que ya nos venían advirtiendo -aunque parecía que lo hacían de una manera excesiva, banal y hasta cursi- el drama de esta desdicha histórica de larga data en su ceguera: 
“De cada amor que tuve, tengo heridas/ heridas que no cierran y sangran todavía/Error de haber querido ciegamente/ matando inútilmente la dicha de mis días…” dice el tango ”Tarde” de Catulo Castillo, “el poeta del tango” y José González Castillo, que se resignifica en el título de este poemario al recuperar voces genuinas que vienen de la cultura popular y de la propia respiración retórica, apelando a la desintegración de lo silenciado, omitido u olvidado.

En la superficie, y también en los subsuelos de la escritura de Gerardo Burton, en la emoción, la puesta en escena de la subjetividad, incluso en los estigmas de la palabra y el desconsuelo, la escritura de la poesía resignifica la muerte brutal de las víctimas, su grito apagado y ahora recuperado y nos dice: “se puede/esperar que el viento calme/ y retroceda/ se puede/creer que el mar detendrá/ su marea, o que el río/se paralizará un mediodía/todo eso/puede ocurrir/antes/ de la justicia”.

El gesto del poeta, la mirada sobre los tiempos presentes son indudablemente políticos porque trata de romper (y lo logra) la impotencia del silencio y del olvido. Estas mujeres nombradas (sus hijos e hijas, sus madres, sus hermanas) con sus vidas cotidianas, sus cuerpos, sus deseos, sus sentimientos, sus penurias, sus luchas, se hacen indudablemente de una escritura en Heridas que no cierran.

Vuelven en mi idioma, en mi lengua, en los poemas, canciones y fotografías engarzadas por Gerardo Burton. Vuelven a vivir sus figuras desnudas, sus biografías destrozadas, en una inusual y conmovedora poesía.

i Heridas que no cierran, de Gerardo Burton, Ediciones Espacio Hudson, Patagonia, 2017.