Música

Will Oldham, un grito mudo en la oscuridad de los 90

A 25 años de I see a darkness, un álbum tan honesto como desgarrador que es, al mismo tiempo, un canto de dolor y celebración de la amistad.

Por Hugo Aguilar

 “Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche”
Jorge Luis Borges (Las ruinas circulares)

“Estoy tan feliz porque hoy he encontrado a mis amigos, están en mi cabeza.
Soytan feo, pero está bien, porque también estás.”
Kurt Cobain (Lithium)

A lo largo de la historia de la música y del cine existieron muchos casos en los
que el mismo artista desarrolló su tarea en los dos patios de recreo y con mucho éxito. Desde Frank Sinatra a Elvis, de Neil Diamond a Johnny Cash, desde Kris Kristofferson a Will Smith o Lady Gaga, los ejemplos se multiplican y acuden prontos a la memoria. Sin embargo, el grito de Will Oldham llega en medio del ruido del grunge y a veces lo difumina y desvanece.

La década del 90 -a la que hoy Argentina parece haber vuelto- se caracterizó
musicalmente por el paradójico ascenso del grunge y la confusión categorial de
las clasificaciones en el ámbito de la cultura de masas y su mercado. La idea
de lo “alternativo” se impuso como un axioma, como una verdad indiscutible,
como hoy la “libertad” o “la casta” en los meandros de la política argentina.

Aún hoy, nos preguntamos a qué se refería la noción de “música alternativa” para
definir lo que hacían bandas como Nirvana o Pearl Jam, si esas mismas bandas que
eran algunas de las más representativas del grunge -lo alternativo por definición estaban todo el tiempo en la rotación de MTV, como medio global hegemónico de difusión musical. Otra categoría confusa fue la de “indie” que aún subsiste para definir o describir aquello que dice sonar no comercial, aunque también circule mundialmente.

Habría que preguntarse qué habría sido de esas categorías sin MTV. Y también, qué
hubiese ocurrido, si la banda más perezosa de la historia, los Stones Roses, no
hubiesen tardado cinco interminables años en lanzar su segundo álbum, precisamente el Second Coming (1994) que llegó tarde para evitar que la
cadena de producción norteamericana de Seattle hegemonizara el sonido de los
noventa por encima del sonido de Manchester que ellos parecieron encabezar y
liderar desde su Stones Roses de 1989.Pero la historia es lo que se cuenta, ni siquiera lo que es. Y en esa historia se cuela un personaje curioso que nos plantea una pregunta extraña. ¿Es posible ser folk indie alternativo y grunge a la vez?

Ese personaje es Will Oldham, que subido a la lógica del príncipe Prince cambió
varias veces de nombre artístico intentando el misterio y la incógnita…pero Bowie, Bowie hay uno solo. Grabó bajo las marcas Palace Brothers, Palace Music, Palace Songs y Bonnie "Prince" Billy. Precisamente, bajo ese nombre grabó en 1999, I see the Darkness, su álbum más recordado y que obviamente cumple veinticinco años en 2024.

¿Pero quién es este “Prince alternativo”? Oldham nació en 1970 en Louisville,
Kentucky, pero no entró al mundo del espectáculo por la vía de la música, sino
del cine, donde según sus propias declaraciones se siente más cómodo. Actuó
siempre en producciones independientes y en muchas de ellas en papeles menores.
Su filmografía comienza en 1987 con Matewan e incluye títulos como Old
Joy (2006), Junebug (2005) o The Guatemalan Handshake (2006) donde tiene un papel principal. Es interesante leer en sus declaraciones que actuar le permite ser muchas personas y que eso lo ayuda a esconderse detrás de los personajes. Quizás por eso, también muta su nombre en el mundo de la música, aunque paradójicamente, su estilo de actuación se centra en encontrar lo real, la verdad del personaje y su entorno, para que se muestre y desarrolle de manera fluida. Cosa que no es difícil para él, porque podría decirse que en las películas donde actúa, independientes y en varios casos experimentales, parece ubicarse casi al borde de lo que el viejo Hollywood llamaba “personaje característico”. Es decir, aquel que es desarrollado por el actor más que desde sus técnicas actorales, desde sus características físicas. Y por eso, quizás, Oldham siempre prefiere actuar personajes marginales.

Si volvemos a su trabajo musical, se lo ha querido comparar con artistas como Bob
Dylan, Leonard Cohen o Joni Mitchell por el carácter personalísimo de su lírica
que apunta a sentimientos y experiencias humanas comunes a todos y todas en
estructuras narrativas al estilo de Jacques Brel o Gilbert Becaud. Sin embargo,
su producción musical también está atravesada por la economía de recursos que
la crítica suele catalogar como minimalista, ya que al principio de su carrera
no incluirá grandes arreglos orquestales como Cohen o Cat Stevens, ni bandas
muy complejas al modo de Dylan, Mitchell o el inigualable Phil Ochs. Muchas
veces, su compañía es la guitarra y a veces, el piano. Como sucede en el
notable I See a Darkness (1999), el primero lanzado con el nombre de
Bonnie Prince Billy, pero el sexto de su carrera musical. Por eso, el sonido de
este disco, aunque “minimalista” y quizás por eso se lo cataloga de indie, ya
marca una evolución de sus primeros trabajos, aún más crudos y artesanales.

I See a Darkness (1999) le seguirán trabajos como Ease Down the Road
(2001), Beware (2009) o Wolfroy Goes to Town (2011) y Songs of
Love and Horror" (2018), pero sin dudas es el álbum del 99 lo que le
consigue un lugar notable en el panteón del “folk indie ¿grunge?”

Sea como sea, la crítica se va a rendir a los pies del álbum y se dirán entre otras
cosas:

 "Un álbum desgarrador y hermoso... Oldham canta con una intensidad que es casi dolorosa" - Rolling Stone.

 "Un álbum que te deja sin aliento... Oldham es un cantautor de una honestidad brutal" - The New York Times

 "Un álbum que te hace sentir como si estuvieras escuchando a Oldham en su habitación, cantando solo para ti" – Pitchfork

Luego vendrán la inevitable influencia sobre otros como Bon Iver, Fleet Foxes o el
notable Surfjan Stevens y las colaboraciones inesperadas como con Tortoise o
los Mekons. Un disco como una piedra sobre un lago en calma. Como Nevermind
(1991), como The Clash (1977), como cualquiera que toca fondo y grita en medio
del silencio atronador de su tiempo.


En I see a darkness la frágil voz a punto de quebrarse de Oldham remonta al
primer Dylan, pero sin su posición política; y se emparenta líricamente con Blood
on the tracks (1975) porque al igual que el álbum de Bob Dylan se basa en
la experiencia de una ruptura amorosa y se centra en temas como la soledad, la
melancolía, el sentido del amor y las búsquedas espirituales al borde del abismo
existencial. Y ahí no terminan los paralelismos con aquel trabajo. Oldham ha
dicho alguna vez que su intención fue crear un álbum que sonara como una
conversación íntima con el oyente, cosa que logra con éxito. Llamativamente, no
hace tanto Jakob Dylan, hijo de Mr. Zimmerman dijo que las letras de las
canciones de Blood on the tracks son sus padres hablando.

Más allá de aquel paralelo, la canción que titula al álbum, I see a darkness,
la más conocida y la que tiene más versiones, obtuvo en una de ellas, su
calidad de clásico. A pocos meses de estar en la calle, en el año 2000, Johnny
Cash, figura indiscutible del folk la incluye en su notable American III:
Solitary Man (2000). Este trabajo es un disco de versiones donde obviamente
se destaca el tema con que Neil Diamond abre su Fee lof Neil Diamond
(1966), pero la versión del tema de Oldham que incluye la participación de su
autor brilla con luz propia.  El álbum le hará ganar el Grammy de ese año al veterano Johnny Cash como mejor cantante folk.

Es inevitable pensar en aquella escena legendaria en la que Woody Guthrie le entrega a mediados de los 50 su guitarra a Dylan y lo nombra su heredero musical y unirla con este guiño de Cash a Oldham de incluir su novísimo tema en un álbum de clásicos
añejos. Pero Oldham no es Dylan. Y en el universo de la música, Oldham seguirá
siendo un marginal, con la bendición del Hombre de Negro y una carrera por explotar, que nunca explotará. Pero habrá dejado en el cielo de las cosas, los seres y los sonidos una canción inevitable. Como el día que sigue a la oscuridad, el calor que vence al frío y la compañía a la soledad. Y será, claro una canción de folk, independiente y con el inconfundible sabor del grunge ante el mundo, las cosas y los seres.